miércoles, 29 de diciembre de 2010

morir en ese instante.



Introspección.
Tan sóla yo tan sola.
Bien lejos del reflejo de tus ojos.
Y fórmulas cínicas, química solución.
Analgesia sin retorno.
Autodestrucción.
(en tu puta cara)
Y no sentir incrustada
la metralla cuando estalla
el corazón.

Mirada perdida hacia dentro
desde un cuerpo lejos de los 36 grados.
Petidina. Sumatriptán. Trozadona.
Y un "no me pasa nada, sólo estoy cansada".

Aveces no merece la pena salvarse.
Reserpina. Codeína. Dextrometorfano.

Quizá tú no tengas la culpa de nada,
pero sabes que no pienso plantar cara a este fracaso.
Levadopa. Mezcalina. Anfebutamona.

Quizá los remordimientos no te vuelvan loco.
Tramadol. Bromocriptina. Buspirona.

Así que déjame terminar de hundirme.
Jodida y elegante. Hermosa y triste.
Confusión. Arritmia. Midriasis.

Y que tú lo veas, sin perder detalle.
Hipertermia. Agitación. Delirio.

No pretendo que te sientas culpable.
Sialorrea. Hiperreflexia. Diaforesis.

Sólo que reconozcas mi cuerpo en el suelo,
cuando ya sea tarde. Que te dé por pensar...
Rubefacción. Convulsiones. Coma.

... y te quieras morir en ese instante.

La poesía
ahora
me sale hasta de la punta
de las pestañas.
Escribo tanto,
que tengo la cabeza llena
de líos.
Nudos a los que me amarras,
con cadenas flojas
al alma.
Rimas vuelven a mis inicios,
raros poemas de música detrás
y delante musas.
Da igual desnudas
que vestidas.

Me gustaría, en serio
explicarte como una persona
puede hacerte cambiar el mundo
por el suyo,
y como puedes hacer de una palabra
todas las sábanas sudadas
que te y nos gustaría manchar
de envidias y manías graciosas.

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